martes, 19 de junio de 2012

LA JUSTICIA 32 AÑOS DESPUES Y EL DEBER DE CUIDAR NUESTROS COMENTARIOS


LA JUSTICIA 32 AÑOS DESPUES Y EL DEBER DE CUIDAR NUESTROS COMENTARIOS
Ciudad de México a 16 de junio de 2012
Estaba en el segundo lustro de mi vida y en aquellos tiempos era una agradable rutina acudir los sábados por la tarde a comer con mis abuelos maternos. En aquellas fechas estaban de moda los aparatos que vinieron a sustituir los proyectores de cinta que solamente la gente rica tenía, me refiero a las videocaseteras, ahora éstas bien podrían ser piezas del museo de los enceres domésticos, con éstas llegaba el cine opcional para cada persona y familia de la clase media en México, mis abuelos tuvieron una “video” antes que nosotros, por ello en muchas ocasiones aquellas comidas narradas culminaban con una invitación a la sala para ver películas.
Recuerdo el impactó que en una de esas tardes tuve cuando vimos en familia la película, un grito en la oscuridad, el filme trata de una pareja de jóvenes esposos australianos con tres hijos que al inicio de la década de los ochentas acudieron a un campamento cerca del paisaje natural que se precia de tener la roca más grande del mundo, Uluru, o Ayers Rock. Los niños del matrimonio eran dos, tenían respectivamente 5 y 8 años; además, contaban también con un bebé de nueve semanas de vida.
Al inicio del campamento, pero por la noche, los esposos conviven con otro matrimonio en una parrillada donde la degustación eran cervezas y salchichas vegetarianas, cuando la convivencia se torna agradable por la buena plática la esposa y madre de los niños, Lindy Chamberlain-Creighton percibe un grito, angustiada se da cuenta que el alarido proviene de la tienda de campaña en donde tiene dormida a la bebé y a la vez aprecia a un dingo salir rápidamente.
Acude el matrimonio a la tienda y se dan cuenta que ya no está su hija, aterrada la madre emite varios gritos en la oscuridad implorando a Dios el bienestar de su hija, para ello el padre, Michael Chamberlain reúne casi de inmediato a todos los hombres del campamento y en formación horizontal caminan en línea recta con linternas y antorchas hacia donde el dingo huyó con la esperanza de localizar a la niña, lamentablemente no hallan nada.
Tiempo después unos turistas encuentran, cerca del campamento, los ropajes de la bebé y cuando éstos son revisados por los forenses determinan, a través de su dictamen la existencia de sangre de humana, pero además advierten los cortes impuestos en la ropa, estos fue hechos no por colmillos de dingo, sino por un instrumento cortante como una tijera o tal vez una navaja filosa tipo hoja de afeitar.
Es así como inicia un periplo judicial para los padres de la niña, en este tramo la película tiene como sets de rodajes salas de audiencia judicial propios de los sistema del common law  en donde se llevan a cabo audiencias en presencia de jurados, fiscales y jueces.
Aunque por la descripción pareciera que la película es meramente jurídica la verdad es que no es así, es una historia dramática debido al sufrimiento de la familia, lo cual me dejo sorprendido, sobre todo porque a mi corta edad comprendí la existencia de peligros en todo instante, incluso al estar cerca de un canino; además reflexioné como con comentarios lesivos se pueden generar problemas a las personas las cuales, sin deberla ni temarla están ante la mirada fustigadora de la sociedad.
El hecho es que la trama de la película no concluyó con las letras The end, pues esta semana, apenas el martes anterior; es decir, 32 años después la justicia australiana concluyó que el perro sí sustrajo a la niña y le causo su muerte.
En este sentido es notorio el derecho poseído por todos los humanos para forjarnos una opinión de lo que sea y queramos, pero es un deber ético y en algunos casos hasta deóntico, pensar en el impacto de nuestros comentarios en los demás.
El caso propició tanta polémica porque parecía un invento más que una opción real, pues la posibilidad de la muerte de un bebé en las fauces de un perro salvaje parecía poco probable. No se concebía que los dingos pudieran sostener en su mandíbula a pequeños infantes y en el caso concreto  correr rápidamente sin ser alcanzado por los padres de la niña.
En México hace algunos años la sociedad se sumió en una polémica con características parecidas, la niña Paulete Gebara Farah desapareció inexplicablemente de la recámara de su casa, sin que nadie supiera quién ni cómo fue, ni la hora, solamente se supo que suceso aconteció durante la noche.
Días posteriores, después de echar andar toda la maquinaria investigadora del estado de México se llegó a la conclusión que nadie sustrajo a la menor, que su cuerpecito rodó a un extremo de la cama así, la pequeña Paulette quedó atrapada entre el colchón y la pared, lo cual le dio al caso el tinte de poco creíble pero así lo determinaron las autoridades.
Cierto o no, varias alas de la sociedad ya determinaron su condena, pero para otras partes se sigue interrogándose qué sucedió realmente, si se volverá abrir el caso.
Lo anterior son consideraciones que hacen ver a la justicia pronta y expedita como difícil de concretizar.
La justicia derivada de los procesos judiciales es sin duda el medio más objetivo para llegar a conclusiones, pero no necesariamente con esto se puede arribar siempre una verdad histórica.
YURI PAVÓN ROMERO
En los siguientes sitios electrónicos puede apreciarse información al respecto:
Película completa en: http://www.youtube.com/watch?v=Edub5mv7-SI
TREINTA Y DOS AÑOS DESPUÉS

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